viernes, 21 de febrero de 2014

La rebelion en la Sierra Gorda

La rebelion en la sierra gorda


El territorio de la Sierra Gorda, que es una derivación de la Sierra Madre Oriental, abarca parte de los actuales estados de San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Guanajuato. Comprende regiones heterogéneas por la diversidad de alturas, climas, flora y fauna. En este territorio se habían asentado tanto comunidades indígenas, principalmente pames y jonaces, así como rancheros y pequeños propietarios criollos y mestizos. Durante el siglo XIX se intensificaron los conflictos entre las comunidades indígenas y las de los demás grupos por el acceso a los recursos naturales: la tierra, el agua y, primordialmente, los bosques. Si bien es una región natural intrincada, no es menos real la existencia de un corredor natural hacia Tampico que la convirtió en una ruta comercial importante, sobre todo ajena a controles fiscales. El territorio era, pues, propicio para albergar todo tipo de inconformes, aun los provenientes de otras regiones.

A partir de 1847, la rebelión de la Sierra Gorda estuvo dirigida por desertores de ese ejército mexicano que enfrentó, a las órdenes de los generales Ampudia y Santa Anna, a los invasores estadounidenses. El político potosino Manuel Verástegui, para tratar de explicar la rebelión y el comportamiento de los desertores, afirmó que

esta guerra vino a convertirse, en general, de proletarios que [...] se decidieron a pedir franquicias por la fuerza, porque en efecto, esa clase infeliz y numerosa nunca ha tenido patria, porque la patria es el bienestar social, y por esto no tuvieron los proletarios patria que defender cuando tal invasión norteamericana, y no la defendieron.

El levantamiento se extendió por una vasta zona de la Sierra y abarcó parte de los estados de Veracruz, Hidalgo, Puebla, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí. Las poblaciones de Santa María del Río, Xichú y Rioverde fueron el eje por el que se movieron los rebeldes entre 1847 y 1849.

En agosto de 1847 surgió en ese contexto Eleuterio Quiroz, desertor del ejército, quien con Miguel Chaire, un propietario de la región prácticamente en quiebra, reunió un grupo armado que atacó xichú y se pronunció a favor de los estadounidenses, para lo que invitaron a todos los habitantes de la sierra. Les ofrecieron a cambio el uso libre de los terrenos baldíos y maderas de la sierra, la división de las haciendas, la exención de todas las contribuciones, abolición de la leva, extinción de los derechos parroquiales y la expropiación de los bienes de todos los adictos al gobierno. El gobierno de Guanajuato ofreció indulto a los rebeldes; muchos se acogieron a él pero no Quiroz, por ser desertor.

A partir de diciembre de 1847 Quiroz y su grupo se distinguieron por sus ataques a los grupos dominantes de la región.

Los esfuerzos por parte del gobierno general y los de los estados para acabar con la sublevación de la Sierra tuvieron éxito parcialmente, pues no lograban establecer la paz definitiva.

Al tiempo del levantamiento de Quiroz, Tomás Mejía, militar queretano, tuvo la capacidad de unir y encauzar el descontento de los indígenas, de los militares y de las autoridades civiles que diferían de las medidas políticas adoptadas por el gobierno de la República. En junio de 1848 se pronunciaron con un plan cuyo lema era: "Libertad y guerra al invasor"; desconocieron al gobierno, declararon la guerra sin tregua al invasor, así como castigo y expropiación a los que se opusieran al plan y nulificación de todas las contribuciones impuestas. En julio, los indígenas del norte de Hidalgo se unieron a la rebelión y el movimiento se extendió hasta Huauchinango, Tamazunchale y Huejutla. En agosto el presidente José Joaquín de Herrera concedió el indulto a los militares disidentes y a las comunidades rebeldes. Mejía se acogió al indulto y con él muchas comunidades indígenas.

En marzo de 1849 Quiroz tomó Ciudad Fernández, Rioverde y Santa María del Río. Manuel Verástegui, administrador de haciendas y político de la región, redactó para Quiroz el Plan político y eminentemente social del Ejército Regenerador de la Sierra Gorda, en el que solicitaba una mejor distribución de la tierra a las clases menesterosas del campo, la erección en pueblos de las haciendas y ranchos que tenían más de 1 500 habitantes, el acceso de los arrendatarios a tierras bajo una renta moderada; además, proponía la disolución del ejército y su reemplazo por una guardia nacional. La opinión pública lo consideró obra de bandidos y vagos, con ideas socialistas.

El gobierno logró celebrar un tratado de paz con los sublevados por el que los amnistió y otorgó a Quiroz el mando militar de Xichú. Sin embargo, la lucha continuó y en el mes de agosto José López Uraga venció a cerca de mil rebeldes. En octubre, Tomás Mejía derrotó y aprehendió a Quiroz. Los prisioneros y sus familias fueron trasladados a los estados de Durango, Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila y Guanajuato por órdenes del general Mariano Arista. Quiroz fue fusilado en diciembre. "Hizo testamento, dejando por toda propiedad dos pesos, sus cuatro caballos de campaña, una reliquia de oro y un asno".

A fines de 1849 se fundaron tres colonias militares en la Sierra Gorda para mantener la paz. En 1850 se restablecieron las misiones dependientes de los colegios de Santa Cruz de Querétaro y Orizaba. A fines de 1853, el presidente Antonio López de Santa Anna erigió el territorio federal de la Sierra Gorda, que incluía las colonias militares de San Ciro en San Luis Potosí, Arista en Querétaro y la parte de la sierra de Guanajuato hasta Santa Rosa Uraga en el Departamento de México. Sobre la rebelión de Sierra Gorda, Leticia Reina ha escrito que

la expansión de la propiedad privada provocó la pérdida del derecho de uso de los recursos naturales de los indígenas de la sierra [...] así que los campesinos que vivían fundamentalmente del corte de la madera constituyeron grandes masas de arrendatarios; éste fue el sector dinámico de la población que luchó siempre por el libre uso de los bosques [...] ellos fueron los protagonistas de la rebelión [...] aunque más tarde se les unieron peones, soldados, desertores y bandidos que huían de la justicia.

Autores: María Isabel Monroy Castillo, Tomás Calvillo Unna

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