Los baños y jardines de Nezahualcóyotl son testimonio del alto
desarrollo cultural que logró para su pueblo el genio y “Rey Poeta”. Es
increíble que muy cerca de la ciudad de México exista un lugar de tal
belleza e importancia arqueológica, y sea tan poco conocido.
A un lado de Texcoco y entre un lomerío del valle, por un angosto
camino que serpentea trepando entre cerros y cañadas, llegamos a un
pequeño monte de conformación cónica, en donde se encuentran vestigios
notorios de la grandeza de nuestro pasado.
La agradable vista del paisaje nos lleva a evocar un sentimiento de añoranza y nos recuerda algunas de las más hermosas pinturas de nuestro máximo paisajista: José María Velasco, cuya predilección por estos lugares se ve reflejada en parte importante de su obra.
A los pies del cerro hay un pequeño balneario que durante los fines de semana es muy frecuentado por los vecinos de la comarca texcocana, los cuales también son asiduos concurrentes del histórico recinto. El estacionamiento del balneario nace un caminito de tierra que asciende zigzagueante en la ladera del cerro por el cual, caminando, se llega hasta el primer descanso, una construcción prehispánica, restaurada en parte, y de forma escalonada.
En una de las plataformas de esta estructura se encuentra una gran tina o pequeña alberca circular en donde se bañaba el monarca con sus concubinas. A esta gran tina le precede otra mucho más pequeña y poco profunda que servía para calentar el agua con el calor del sol, y de ahí se precipitaba a la tina mayor.
El agua fluía hasta las tinas a través de una red de pequeños canales, a veces labrados en la roca, y en tramos construidos con argamasa y piedra. Estos canales fueron alimentados por un acueducto procedente de un manantial que nace en un cerro vecino. Es una verdadera obra de ingeniería hidráulica que, además de surtir el preciado líquido a las tinas, piletas, fuentes y jardines que estaban alrededor del cerro, llegaba incluso hasta los aposentos reales en el palacio de campo, y a los estanques del bosque.
En sus crónicas Fernando de Alva Ixtlixóchitl narra con lujo de detalles el esplendor de estos parajes, llenos de exuberante flora y fauna silvestre de gran belleza, procedente de muchas regiones de Mesoamérica.
De donde están las tinas parte un camino hacia ambos lados del cerro circundándolo en perfecta horizontal y sobre el cual corren los canales. Este camino nos lleva hasta otra estructura situada sobre una saliente del terreno, en la cual se encuentra otra tina más pequeña labrada en la roca. La perfección circular de ésta es asombrosa, y se dice que era la tina privada de Nezahualcóyotl, en la que, además de bañarse contemplando el paisaje, meditaba y hacía poesía. A unos cuantos metros de ahí, por unas escaleras se bajaba a la cueva donde el rey reposaba, hacía sus ayunos y meditaba.
Cientos de escalones cincelados en la ladera rocosa nos llevan hasta donde estuvo el palacio de campo del monarca, de cuyos vestigios podemos apreciar muros y pisos de formas geométricas, algunos circulares, lo que puede darnos una idea de la magnífica construcción que el tiempo y la ignorancia derrumbaron a su paso.
Dejando la cueva, continuamos por el camino central, hasta llegar a un sitio donde la mano del hombre orado en el terreno rocoso y después construyó con argamasa y piedra una especie de nicho donde Nezahualcóyotl recibía a sus invitados, grandes señores de otros reinos, y en su compañía gozaba de las representaciones artísticas y las danzas que celebraban en su honor.
La agradable vista del paisaje nos lleva a evocar un sentimiento de añoranza y nos recuerda algunas de las más hermosas pinturas de nuestro máximo paisajista: José María Velasco, cuya predilección por estos lugares se ve reflejada en parte importante de su obra.
A los pies del cerro hay un pequeño balneario que durante los fines de semana es muy frecuentado por los vecinos de la comarca texcocana, los cuales también son asiduos concurrentes del histórico recinto. El estacionamiento del balneario nace un caminito de tierra que asciende zigzagueante en la ladera del cerro por el cual, caminando, se llega hasta el primer descanso, una construcción prehispánica, restaurada en parte, y de forma escalonada.
En una de las plataformas de esta estructura se encuentra una gran tina o pequeña alberca circular en donde se bañaba el monarca con sus concubinas. A esta gran tina le precede otra mucho más pequeña y poco profunda que servía para calentar el agua con el calor del sol, y de ahí se precipitaba a la tina mayor.
El agua fluía hasta las tinas a través de una red de pequeños canales, a veces labrados en la roca, y en tramos construidos con argamasa y piedra. Estos canales fueron alimentados por un acueducto procedente de un manantial que nace en un cerro vecino. Es una verdadera obra de ingeniería hidráulica que, además de surtir el preciado líquido a las tinas, piletas, fuentes y jardines que estaban alrededor del cerro, llegaba incluso hasta los aposentos reales en el palacio de campo, y a los estanques del bosque.
En sus crónicas Fernando de Alva Ixtlixóchitl narra con lujo de detalles el esplendor de estos parajes, llenos de exuberante flora y fauna silvestre de gran belleza, procedente de muchas regiones de Mesoamérica.
De donde están las tinas parte un camino hacia ambos lados del cerro circundándolo en perfecta horizontal y sobre el cual corren los canales. Este camino nos lleva hasta otra estructura situada sobre una saliente del terreno, en la cual se encuentra otra tina más pequeña labrada en la roca. La perfección circular de ésta es asombrosa, y se dice que era la tina privada de Nezahualcóyotl, en la que, además de bañarse contemplando el paisaje, meditaba y hacía poesía. A unos cuantos metros de ahí, por unas escaleras se bajaba a la cueva donde el rey reposaba, hacía sus ayunos y meditaba.
Cientos de escalones cincelados en la ladera rocosa nos llevan hasta donde estuvo el palacio de campo del monarca, de cuyos vestigios podemos apreciar muros y pisos de formas geométricas, algunos circulares, lo que puede darnos una idea de la magnífica construcción que el tiempo y la ignorancia derrumbaron a su paso.
Dejando la cueva, continuamos por el camino central, hasta llegar a un sitio donde la mano del hombre orado en el terreno rocoso y después construyó con argamasa y piedra una especie de nicho donde Nezahualcóyotl recibía a sus invitados, grandes señores de otros reinos, y en su compañía gozaba de las representaciones artísticas y las danzas que celebraban en su honor.
En este conjunto hay además otras cuevas, descansos, miradores,
escalinatas, etc., que por falta de restauración y de la debida atención
han perdido su importancia.
Es notoria la gran variedad de plantas y flores, en su mayoría
medicinales, que el mismo Nezahualcóyotl, mandó plantar para su uso
personal y para su gente, así como para el estudio botánico y la
investigación terapéutica.
Localizada a 5km. Aproximadamente del Centro de Texcoco. Este sitio
conocido con el nombre de "los Baños de Nezahualcoyotl". Las
obrasrealizadas en 1431 fueron edificadas por orden expresa de
Nezahualcóyotlgracias a la habilidad de los labradores de piedra
(tetlepanque), se dioforma a la roca y tallaron con admirable maestría
pilas, escalinatas,canales y esculturas complementando todo esto con
obras de mampostería.La zona arqueológica es una clara muestra del
refinamiento de losAcolhuas, así como su capacidad de extraer de la roca
las formasy basamentos necesarios para dar figura a increíbles
palacios. La Primera construcción que se puede observar es "el Baño de Xochitl", esposa del rey Poeta, en el destaca una pila circular a la que se accede por una escalinata, labradas en la roca del Cerro. En este depósito se conserva parte del cuerpo de la escultura de una rana, elemento asociado con el agua. A una distancia de 90m. Aproximadamente se localiza "el Baño del Rey" y "El Palacio del Rey".
El Baño del Rey: Consiste en una pila excavada sobre la roca, en su interior se observa una pequeña banqueta. Además presentaba como elementos ornamentales una cornisa y tres almenas de diseño escalonado. El palacio del rey: se aprecian unas escalinatas con alfardas laterales, nichos y una plaza central, todos revestidos con estuco.
Otro punto a observar es "El Trono del rey" localizado a 300m en dirección oriente. Aquí destaca una estructura de estilo azteca en la que se combinan la falla de la roca madre con la mampostería. Se trata de un basamento piramidal que consta de 3 cuerpos con una escalinata central. Finalmente desde este punto se puede continuar al lugar donde se encuentra el conjunto conocido como "el Baño de las concubinas", donde se aprecia una pila y una escalinata labrada en la roca, la escalinata conduce a la parte superior del Cerro.
Cuando el equipo de arqueólogos del Instituto Nacional
de Antropología (INAH) empezó la excavación a fines del pasado junio de
2006, en el predio ubicado en las calles de Tenería y Palmas (muy cerca
del centro de Texcoco) ya tenían una idea clara de lo que podrían
encontrar. Los más de cinco años trabajando en la zona de Texcoco así
como los registros históricos les habían dado la pauta: en esa área
debieron estar los jardines del rey poeta, Nezahualcóyotl.
La falta de recursos económicos, principalmente, había impedido hasta
ahora las investigaciones, pero a partir del proyecto de la
construcción de un supermercado de la cadena Wal-Mart en ese predio, se
solicitó por parte de la empresa trasnacional la intervención del INAH.
Así fue como, financiados por la empresa, el 26 de junio los
especialistas empezaron las excavaciones. Los hallazgos en ese terreno
que ocupa siete hectáreas fueron saliendo a la luz poco a poco. Al
principio fueron algunas figurillas de barro, después algunas
estructuras de adobe. Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula cuando
aproximadamente a tres metros de profundidad se advirtieron los restos
de un acueducto que se cree fue construido entre 1430 y 1450 d. C. en la
época en que Texcoco era gobernado por Nezahualcóyotl (1402–1472).
Hasta ahora se han liberado casi 400 metros de ese acueducto: 170 metros de un lado y 180 del otro. Las crónicas de la llegada de los españoles, entre ellas las escritas por Fray Juan de Torquemada, relatan la belleza de los jardines botánicos edificados por órdenes de Nezahualcóyotl, en los que se menciona la presencia de los “viejos del agua” o ahuehuetes. En el predio que ahora se excava se conservan decenas de estos árboles cuyo origen tiene varios siglos. En opinión de especialistas consultados por MILENIO, los ahuehuetes son “testigos mudos” de los jardines reales.
Al parecer, el acueducto –que no está plenamente liberado– rodeaba un depósito de agua de grandes dimensiones. La importancia de este hallazgo recae en los datos que puede arrojar sobre la cultura de los fundadores de la zona, ya que no se sabe cómo era realmente un jardín prehispánico. Hasta este año, esas hectáreas había sido tierra de cultivo para la siembra de hortalizas, lo que favoreció la conservación de los vestigios.
Otro hallazgo sobresaliente de la zona es la osamenta de un infante en cuyo regazo soportaba una vasija de barro. Los expertos suponen que este menor, de alrededor de siete años, podría haber sido ofrendado a Tláloc. También creen que no es un caso aislado, existe una gran probabilidad de que haya otras osamentas. Desafortunadamente ya no se seguirá excavando.
Sin embargo, se están llevando a cabo algunos trabajos de restauración, los cuales concluirán en algunas semanas. A partir de entonces se esperan los resultados de los análisis y el dictamen del INAH podría quedar listo a finales de diciembre.
A diferencia de otras investigaciones arqueológicas, en ésta se permite el libre acceso a los visitantes. Los arqueólogos que laboran en la zona ofrecen una explicación al visitante e incluso a veces permiten tomar fotografías o video, con el propósito de que los texcocanos se familiaricen con su patrimonio.
Es probable que una vez que sean restaurados, estos vestigios sean cubiertos nuevamente, porque el INAH no cuenta con el presupuesto necesario para comprar ese predio ni para darles mantenimiento. La osamenta, así como las vasijas y figurillas pasarán a las bodegas del INAH. La ciudad de Texcoco no cuenta con ningún museo.
Hasta ahora se han liberado casi 400 metros de ese acueducto: 170 metros de un lado y 180 del otro. Las crónicas de la llegada de los españoles, entre ellas las escritas por Fray Juan de Torquemada, relatan la belleza de los jardines botánicos edificados por órdenes de Nezahualcóyotl, en los que se menciona la presencia de los “viejos del agua” o ahuehuetes. En el predio que ahora se excava se conservan decenas de estos árboles cuyo origen tiene varios siglos. En opinión de especialistas consultados por MILENIO, los ahuehuetes son “testigos mudos” de los jardines reales.
Al parecer, el acueducto –que no está plenamente liberado– rodeaba un depósito de agua de grandes dimensiones. La importancia de este hallazgo recae en los datos que puede arrojar sobre la cultura de los fundadores de la zona, ya que no se sabe cómo era realmente un jardín prehispánico. Hasta este año, esas hectáreas había sido tierra de cultivo para la siembra de hortalizas, lo que favoreció la conservación de los vestigios.
Otro hallazgo sobresaliente de la zona es la osamenta de un infante en cuyo regazo soportaba una vasija de barro. Los expertos suponen que este menor, de alrededor de siete años, podría haber sido ofrendado a Tláloc. También creen que no es un caso aislado, existe una gran probabilidad de que haya otras osamentas. Desafortunadamente ya no se seguirá excavando.
Sin embargo, se están llevando a cabo algunos trabajos de restauración, los cuales concluirán en algunas semanas. A partir de entonces se esperan los resultados de los análisis y el dictamen del INAH podría quedar listo a finales de diciembre.
A diferencia de otras investigaciones arqueológicas, en ésta se permite el libre acceso a los visitantes. Los arqueólogos que laboran en la zona ofrecen una explicación al visitante e incluso a veces permiten tomar fotografías o video, con el propósito de que los texcocanos se familiaricen con su patrimonio.
Es probable que una vez que sean restaurados, estos vestigios sean cubiertos nuevamente, porque el INAH no cuenta con el presupuesto necesario para comprar ese predio ni para darles mantenimiento. La osamenta, así como las vasijas y figurillas pasarán a las bodegas del INAH. La ciudad de Texcoco no cuenta con ningún museo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario