viernes, 28 de agosto de 2015

Una noche escuchando al nahual

Una noche escuchando al nahual



La noche trajo las nubes, suaves jinetes en el aire, en el firmamento semiescondido, el ojo de la luna me increpaba con su mirada de plata una suave brisa refresco por un momento el calor que se sentía.

A lo lejos una dualidad nocturna entono el canto que noche a noche, comparte con el resto de los sonidos que surcan este lugar, tan lleno de oscuridad que hace que la luz, se vea como un simple recuerdo.

Las estrellas, bellos puntos blancos en el negro manto de la noche, tintineaban alegremente, permitiendo ver al que llaman Xolotl,  andar en un lado y luego en otro.

En la espera del Mixcohuatzin, el viejo coyote inicio su cuento diario compartiendo lo que sabía, quizá por última vez, las horas pasaron hasta que sus ojos cansados, de ver tantos amaneceres, pidieron permiso al cosmos y durmieron una vez más.

Ya era casi medio día, el águila blanca estaba en el azul celeste, llenando de calor todo cuanto nos rodeaba, un poco de neutli, un sorbito nos fue permitido de ese lugar donde el primer Xolotzin compartió la cosecha del maíz.

Después, veinte mazorcas seleccionadas, fueron usadas para preparar un desgranado, a cual al gusto, se le podía agregar  con sal y chile, y mientras un agua de sandia refrescaba a todos cuantos la pedían.

Elotes asados, tortillas calientes, frijoles y quelites variados, llenaron las barrigas llenas de hambre, mientras esperábamos que el viejo coyote, hablara de nuevo.

El día se hizo tarde y la tarde entro en la casa del tiempo del descanso, en el ocaso, ahí donde Tzontemoc, anuncia su partida,  me pareció ver la sonrisa de la que adorna la falda con el movimiento de las serpientes pero esta vez, en el color de la piedra preciosa.

Una voz antigua, pero firme nos habló una vez más, mientras los que tienen su nahual presente, alimentaron la memoria con ese sustancioso momento de prosas contadas solo entre los que se consideran padres y madres con hijas e hijas.
Pero el coyote viejo, el coyote de la noche, miro mis ojos de búho intrigado, y se acercó, sin que le dijera nada, me comentó, recuerda que “nada es para siempre” y mucho menos “alguien”.

Aun lo que decimos hoy, ha sido un poco cambiado, pues el color negro y rojo que lees en cada cosa, o que escuchas de cada alguien, tiene el sello del tlacuilo anterior, y en el futuro se adornara del color que le pongan los tlacuilos venideros.

Más lo que importa no es que sepas lo que dijo el tlacuilo viejo, sino que tú hagas tus propios dibujos, para que quienes vengan conozcan el andar de las guías y los guardianes de las esencias y cualidades de todo lo que existe.

No entristezcas porque el tlecomitl no tenga las voces que acostumbra unos días, porque habrá días que solo estarás con el Tlecomitl, habrá días que este quien no conoces, y llegara el día que tu tampoco estés.

No mires atrás con llanto, pues el llanto retrasa la travesía  Apanohuayan, mejor esmérate, en hacer las cosas como te fueron pedidas, sin enojarte, sin entristecerte, sin reírte de mas, hazlas porque tienen que ser hechas, solo por eso.

Sé, que sabes esto que te digo, y no te lo digo como si con esto te mostrara el sol, pero en este momento la noche de tu memoria, te impide ver esa luz de la mañana que siempre portas, en el canto del ave que te acompaña para siempre, ten paciencia, y acepta las cosas, como son, no como tu quieras que sean.

Me dio una palmada en la cabeza, al estilo del zape, que me hizo sentir contento, aun me queda mucho por saber de mi, y saber de los demás, es tiempo de no solo tomar agua, sino compartirla.

Pero mientras tanto seguiré, escuchando al nahual, el que vive aquí, el que vive allá, y el que vive donde nadie sabe que esta.

Con agradecimiento a mi amigo
El coyote de la noche
El gran coyote viejo…
Y a mis hermanos Malacach y de otros caminos

Quiauhcoatl Tlacatecolotl
Calpulli Tlachcocan in Tlazohtla
Malachcoatl Tenchicahuac Tlamachtilia
Tozoztontli 2015 yei acatl xihuitl

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