viernes, 3 de abril de 2015

¿Motecuhzomatzin creyó que Cortés era quetzalcoatl?

¿Motecuhzomatzin creyó que Cortés era quetzalcoatl?

¿Motecuhzomatzin creyó que Cortés era quetzalcoatl?
No existe testimonio alguno en la historia que nos dé a conocer en forma clara y concreta el pensamiento y creencias personales de Motekuhzoma pues como lo declaran los primeros cronistas españoles, todos los testigos, amigos y parientes con quienes había tratado Motekuhzoma murieron antes de la caída de Tenochtitlan, por lo que carecemos totalmente de información acerca de dichos pensamientos y creencias del gran Tlahtoaki de México.
Para nuestra información al respecto, queda el testimonio exclusivo de Cortés y de sus soldados, quienes únicamente pudieron tener conocimiento de lo dicho por Motekuhzoma a través de los intérpretes Francisco, Tlacochcalcatl, Jerónimo de Aguilar y doña Marina, durante el tiempo que lo tuvieron prisionero hasta que lo asesinaron junto con todos sus allegados y principales gobernantes del Anawak.
En este punto es de señalar como testimonio primordial el de Hernán Cortés como mejor enterado de lo que decía Motekuhzoma y en segundo término los soldados en lo que reportaron de oídas, pero no a sabiendas, de lo que les dijeron que hubiera dicho Motekuhzoma.
En la primera carta de relación del cabildo de la Villa Rica de la Vera – Cruz, ni siquiera se menciona el nombre de Motekuhzoma a pesar de haberse suscrito cuando menos 82 días después de la supuesta fecha del desembarco de Cortés.
Cortés en su segunda carta de relación a Carlos V, donde relata sus tratos con Motekuhzoma, suscrita 122 días después de haberlo asesinado, aunque muy probablemente la escribiera después, jamás menciona a Ketzalkoatl, ni siquiera en los dos pasajes en los que hubiera debido mencionarlo, que son: El supuesto discurso de recepción a Cortés y otro pretendido discurso, repetición casi literal del anterior, acerca de la supuesta abdicación y donación de los reinos de Motekuhzoma a favor de Carlos V. No puede aducirse que en tales ocasiones no nombra a “Ketzalkoatl” por el hecho de no saber la lengua, a pesar de su característica incapacidad lingüística y oído pésimo. Por lo que puede asegurarse que Cortés atribuyó a Motekuhzoma el haberlo confundido con Ketzalkoatl.
López de Gómara, el amanuense de Cortés con ayuda de noticias de Motolinía y de Fuenleal, aunque habla de Ketzalkoatl, como dios de Cholollan y señor del viento, para nada lo menciona con referencia a Cortés y a Motekuhzoma, tan solo se contenta con reproducir la versión de Cortés que a continuación analizaremos.
Ni el monje Francisco de Aguilar, ni Andrés de Tapia ni Bernardino Vázquez de Tapia, ni el conquistador anónimo en sus respectivas relaciones, ni ninguno de los 184 testimonios de los soldados declarantes en los juicios de residencia contra Cortés y Alvarado refieren que Motekuhzoma hubiera sufrido tal confusión de identificar a Cortés con Ketzalkoatl, lo cual les hubiera parecido demasiado notable para haberlo callado.
Bernal Díaz, aunque escribe tardíamente, y bien hubiera agregado lo que decían los clérigos, al tiempo que escribió, aunque siempre consigna los nombres Azteka estropeándolos, ni siquiera trae toda su obra el nombre Ketzalkoatl y menos con referencia a Cortés.
La simple suposición de que Motekuhzoma hubiera sufrido tal confusión resulta imposible dados sus conocimientos a cerca de la historia de su pueblo y de la religión de sus antepasados. Sobre todo debemos considerar qué tan absurda es la descripción de la conquista relatada por Cortés y sus repetidores.
Podemos observar que a medida de que se van alejando los relatos del momento de los acontecimientos, las consejas y las fábulas van en aumento en torno a la persona de Motekuhzoma, al grado de que casi un siglo después de su muerte, Torquemada en sus escritos acumula tal fárrago de hechos y dichos contradictorios que de ser ciertos, harían de Motekuhzoma un ser fuera de toda realidad que pudiera oscilar entre un genio, un fantasma semidivino, un demente o un monstruo, hijo de la imaginación, pero totalmente extraño a la historia humana.
Sahagún con la información de los anawakas catequizados que NO conocieron a Motekuhzoma, dos veces les atribuye dicha confusión: la primera vez hubiera sido con Juan de Grijalva “habló Motekuhzoma, escribe Sahagún, y les dijo: mirad que han dicho que ha llegado nuestro señor Ketzalkoatl, recibidle y oíd lo que os dijere con mucha diligencia”. Y le mandó unos obsequios. La segunda confusión sería con Cortés diciendo: “He aquí el traje de Ketzalkoatl, escribe también Sahagún, nuestro señor, con el cual debemos acercarnos a él”. Tal fue el origen de las exageraciones ya generalizadas e invenciones apuntadas anteriormente.
Por consiguiente no existe prueba alguna de que Motekuhzoma hubiera creído que Cortés era Ketzalkoatl y sí que lo vio simple y sencillamente un hombre.
Fue prurito entre los españoles, especialmente clérigos, querer encontrar huellas de Santo Tomás en distintas regiones de América, mito que por lo ridículo no debería mencionarse de no ser porque hay todavía algunos ingenuos y otros maliciosos que hablan de él. Ya desde el año 1 500 los años habían identificado a Santo Tomás con un tal Zome que había hecho milagros en Tupinamba, Brasil, había huido acosado por los lugareños y había prometido volver.
La idea de hacer intervenir a Santo Tomás en esas empresas de latrocinio fue sin duda alguna para darles cierto cariz religioso y profético y mejor ocultar la realidad. A nadie escapa que se trata de una simple superchería en la que de ninguna manera tuvo parte Motekuhzoma, sin embargo, no está por demás exponer lo que a éste respecto se ha escrito para mejor aquilatar este mito.
Bustamante al comentar a Sahagún de los regalos que Motekuhzoma hubiera enviado a Cortés escribe: “Muchas veces me aseguró el sabio P. D. Servando de Mier que además de éste obsequio envió el emperador de México a Hernán Cortés una capa de obispo griego toda sembrada de cruces y que había sido tradición constante del apóstol Santo Tomás venido a estas regiones a predicar el evangelio a quien llamaban Ketzalkoatl, y también había ofrecido a los indios que algún día regresaría a este suelo; parece les dio a entender que tornaría él mismo a radicar la religión que él anunciaba pero Montecuzoma esperaba al mismo apóstol y según su cálculo ya era llegada la época de su vuelta”.
En realidad Santo Tomás jamás vistió capa de obispo griego, pues en su época no había tales obispos griegos que usasen capas con cruces, ni vino a predicar el evangelio, si tal fuere lo hizo muy mal, en ninguna leyenda americana se dice que Ketzalkoatl vino a enseñar el cristianismo ni que por haberlo mal enseñado volviera a radicar tal religión; en cuanto a que Motekuhzoma hubiera estado en espera del apóstol, pues esperar mesías, santos o iluminados no es parte de la tradición ancestral de Anawak.
En resumidas cuentas, tomando los datos que nos suministra la historia, podemos afirmar que carece de todo fundamento la suposición de que Motekuhzoma hubiera sufrido la confusión de creer que Cortés fuese Santo Tomás o Ketzalkoatl.
Hemos visto que los anawakas daban trato especial, lleno de consideraciones, a los embajadores llamados “Tekiwa”, “Teuktli” o “Tekuhtli” que significa simplemente señor y nada más; quienes constantemente recorrían el país llevando y trayendo noticias de los distintos estados o señoríos del Anawak; gozaban de inmunidad y de fuero. Pues eran vistos con respeto, como personas sagradas, por razón de la función que desempeñaban debían ser venerados, aún más que los señores de quienes eran representantes.
Cortés y sus soldados quienes en realidad no eran sino la escoria del pueblo español, salida de su seno por sed de oro y de rapiña con propósitos de fácil enriquecimiento mediante el despojo y la subyugación esclavista, acostumbrados a una vida ruda y de maltrato, al verse repentinamente tan bien atendidos, como después se verá imaginaban que los tomaban por “Dioses” y como suele ocurrir con la gente que inmerecidamente recibe privilegios, pronto se creyeron con derecho a hacer sus propias creencias a su conveniencia con exigencia, desatando sus pasiones más bajas, instintos sin más ley que la que dictaminaban sus caprichosos antojos en evidente desacato de la confianza y el buen trato que les brindaban.
Tal error de interpretación que sufrieron los mismos españoles acerca del trato que se les daba, a pesar de diversas aclaraciones y rectificaciones que ellos mismos hicieron, dio lugar a que algunos escritores tendenciosos o mal informados lo hicieran extensivo a los Aztekas y por consecuente con Motekuhzoma, al afirmar que por ser llamados “Teuktli” se les tuviera por “Dioses”.
El ameno novelista de la invasión Bernal Díaz del Castillo, se complace en repetir cuantas veces puede, festejando con agrado, el que les llamaran “Teules”, palabra que él mismo interpreta de diversas maneras desde que por primera vez, según dice, (recordemos que Díaz del Castillo NO sabía lengua Azteka) la oyera en boca de “Quintalbor” en las playas de Chalchikueyakan. Por una parte para dar mayor énfasis a su relato indebidamente o por su mal oído, distingue la misma palabra “Teuktli” dándole su verdadero significado que llama: tecle, que quiere decir en su lengua Señor” de la de “Teule” que él asigna para nombrar a los españoles.
“Teules son cosas malas como demonios” escribe Díaz. “Aunque hallaron que éramos hombres de hueso y carne, y que comíamos gallinas y perros y pan y fruta, cuando la teníamos”. Y que los de Zempoala decían “que comíamos corazones de los indios, y que las lombardas echaban rayos como caen del cielo y que el lebrel que era tigre o león, y que los caballos eran para alcanzar a los indios cuando los queríamos matar; y les dijeron (a los Tlaxkaltekas) otras muchas niñerías”.
Sea cual fuere el estado de confusión en que incurrieron los españoles a este respecto, del análisis de las fuentes se desprende claramente que la opinión de los anawakas y por consiguiente de Motekuhzoma fue que los españoles eran simple y sencillamente hombres y que en cuanto al hecho de que se llamasen “Teuktli” o “Tekuhtli” o “Tekuhtin” (plural) fue en el sentido de “Señores” pero de ninguna manera en el sentido “demoniaco” o “divino” que le confiere Bernal.

Tomado en su mayoría del Libro: Moctezuma el Magnífico, tomo III de Ignacio Romerovargas Yturbide. Editorial Anahuac.

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