La
cultura Chupícuaro toma su nombre del sitio localizado cerca del río
Lerma, hoy cubierto por la Presa Solís, cerca de Acámbaro en el estado
de Guanajuato. Corresponde al período Preclásico o Formativo, por lo que
cronológicamente se sitúa entre los 400 a.C. y 200 d.C., época del
florecimiento de Teotihuacan en el llamado Altiplano Central.
La
cultura Chupícuaro es de gran importancia en la subregión mesoamericana
llamada Occidente de México, con una amplia distribución en varios
estados y evidentes influencias en el Altiplano Central, el norte de
México y el suroeste de los Estados Unidos de Norteamérica, en especial
en la tradición Hohokam.
Algunos
autores opinan que la cultura Chupícuaro en el occidente y el norte de
México, tiene la misma importancia que la olmeca en el resto de
Mesoamérica.
Los
grupos pertenecientes a la cultura Chupícuaro buscaron las márgenes de
los ríos y lagunas para establecerse formando aldeas dispersas con una
estructura social igualitaria; los sitios típicos varían con unidades
domésticas compuestas de una casa de un solo aposento y su entorno
circundante de actividad que por lo general contenía basureros, lugares
de almacenamiento, áreas específicas de trabajo de hombres, de mujeres y
hasta entierros de miembros de la familia, sin arquitectura monumental
ni esculturas en piedra, sólo se han hallado restos de alineaciones de
rocas en la superficie.
De
esta época únicamente se conocen tumbas e inhumaciones excavadas
directamente en el suelo, ya que sabemos muy poco de las unidades
habitacionales, sólo los entierros y sus ofrendas nos han permitido, en
parte, reconstruir el modo de vida de los habitantes de las aldeas. El
hombre de Chupícuaro vivía de la recolección de frutos y semillas, de la
caza y la-pesca además del cultivo del maíz, el cual molía en metates
de piedra; utilizó la concha y el hueso para hacer adornos como collares
y orejeras e implementos como agujas, leznas y punzones, con la
obsidana se fabricaron navajas y puntas de proyectil.
Los
antiguos habitantes de Chupícuaro formaron un gran centro alfarero
donde modelaron a mano, ya que desconocían el torno, recipientes y
figurillas de gran calidad estética con conocimiento de la forma y las
proporciones.
Chupícuaro
tuvo un importante desarrollo cultural y expansión de su estilo en
áreas alejadas al centro difusor e influyó en tradiciones alfareras que
llegaron a perdurar hasta fines del período Clásico, inclusive hasta el
Posclásico, como se aprecia en la cerámica tarasca de Michoacán.
Una
de las características mas interesantes de la cerámica Chupícuaro es la
división entre las vajillas monocromas o de un solo color que puede ser
rojo, negro o café brillante. Al carecer de decoración, su belleza
radica sólo en sus elegantes formas y las pintadas con motivos
geométricos en colores negro, rojo y blanco que pueden cubrir total o
parcialmente la vasija. Los temas fueron cuidadosamente ejecutados y
debieron requerir considerable tiempo y precisión para su ejecución.
En
México, el oficio de elaborar objetos de barro es muy antiguo. Hace 2
500 años los pueblos prehispánicos descubrieron la flexibilidad de este
material, al moldearlo y agregarle ciertos elementos como conchas
molidas, arena o estiércol lo hicieron más maleable. Primero trabajaron
con técnicas de cocción y decoración sencillas que dieron origen a
formas simples, copiando las vegetales como la calabaza; una vez
conocidas estas técnicas, el desarrollo de la alfarería fue ilimitado,
entonces produjeron objetos utilitarios, ceremoniales o funerarios, que
llegan a ser verdaderas obras de arte.
Así,
al referirme al arte cerámico tendría que enumerar ciertas
características que le son comunes a estos pueblos, como el de una
estupenda habilidad manual que les permitió plasmar en infinidad de
objetos su conocimiento de la naturaleza y su cercanía con ella, su
observación que enseña al hombre la transformación de la misma, concepto
fundamental del hombre prehispánico, su sensibilidad plástica al crear
un arte, tanto religioso, como profano y cotidiano.
Un
ejemplo de la diversidad artística de las culturas mesoamericanas es la
plástica de Chupícuaro que produjo gran cantidad de vasijas y
figurillas de fino acabado y decoración, gracias a lo cual se le
considera una de las más bellas de México, y es bien conocida por los
especialistas y el público en general. En los museos nacionales como el
de Antropología, de la Ciudad de México, en los de Morelia, Guanajuato,
Monterrey, Guadalajara y en algunos museos extranjeros, se exhiben
abundantes piezas de este arte cerámico.
Los
pigmentos más comunes son el rojo, el negro y el blanco que se obtenían
de elementos naturales: el color rojo se logra con óxido de hierro puro
o con un barro que contiene un alto porcentaje de hematita, el color
blanco con caolín o tierra blanca, o carbonato de calcio y el negro con
carbón o magnetita.
Las
vasijas tienen una calidad constante y adoptan formas variadas que
siempre presentan contornos globulares o hemisféricos, o bien elementos
compuestos con líneas curvas. Son muy raros los fondos planos y las
paredes rectas, ejemplo de esto serían las ollas, tecomates, vasos,
copas, cajetes arriñonados, cucharas, patojos (recipientes en forma de
pie), cuencos, vasijas trípodes con soportes huecos, del tipo llamado
pata de araña, mamiformes, cónicos o bien piramidales.
Ejemplos
extraordinarios de la cultura Chupícuaro son las vasijas antropomorfas
que representan partes del cuerpo humano, cabezas, caras, piernas y
pies, combinando técnicas como el modelado y la pintura para dar un
efecto realista. En el arte funerario de esta época temprana se observa
la predilección por las imágenes de aves y peces, ya que idealizaron los
animales de los cuales se servían para su supervivencia y por la
importancia de estos en la dieta, además en el caso de las aves por el
papel que ocupan en la cosmología como mensajeros divinos, portando las
semillas en los ritos agrícolas.
Los
diseños decorativos se pintan sobre la pieza, como son combinaciones
geométricas, se repiten y varían ligeramente en torno a 12 temas básicos
que son: líneas en zigzag, espirales, cadenas de rombos, cadenas de
cuadrados a manera de tablero de ajedrez, triángulos entrelazados,
líneas diagonales bordeadas por escalones, líneas cruzadas sombreadas,
rombos punteados, rombos sencillos, triángulos escalonados, elementos
cruciformes y bandas de líneas paralelas. Los dibujos presentan una
perfecta armonía, son proporcionados y parecen ser una abstracción de
los motivos textiles.
Se
cuenta con vasijas miniatura de tres a cinco centímetros de altura que
siguen las formas y decoraciones de las de mayor tamaño, como tecomates,
cajetes trípodes, vasos y ollas con cuello divergente; se presentan en
dos modalidades, monocromas y policromas, probablemente fueron usadas
como juguetes. Los instrumentos musicales de arcilla forman un grupo
interesante, ya que en estas sociedades tempranas jugaron un papel
destacado en la realización de ceremonias o ritos; en su mayoría se
hallaron en asociación a entierros infantiles, lo que nos lleva a pensar
que tuvieron un interés especial para los infantes. Se representan,
aunque con escasez, figurillas de músicos, casi siempre masculinos, pues
al parecer esta actividad no la realizaban las mujeres. Los
instrumentos ;musicales más comunes fueron los silbatos antropomorfos,
ocarinas con cuerpos globulares o rectangulares, flautas curvas o
rectas, sonajas esféricas con o sin mango, así como en forma de aves,
con decoración al pastillaje.
En
cuanto a las representaciones humanas modeladas en barro, las hay
huecas que siguen la misma decoración de las vasijas, así como sólidas
que son las más notables por la calidad y complejidad. Las figuritas de
Chupícuaro son pequeñas obras de arte hechas con delicadeza y
simplicidad. Este tipo está realizado a base de pastillaje que consiste
en añadir tiras de barro a la superficie, la decoración se centra en la
cabeza, se caracterizan por tener los ojos alargados y la nariz
extendida hacia la barbilla, dejando el resto del cuerpo sin
ornamentación; los cuerpos son pequeños en proporción a la cabeza, la
cual puede medir la mitad de la altura total de la figurilla que va de 7
a 13 centímetros, un reducido número de ellas tiene sólo indicadas las
manos y los pies. La mayoría de las figurillas están de pie, cuando
aparecen sentadas, las piernas son cortas y los brazos descansan en el
pecho o abdomen.
Algunas
piezas muestran ornamentación pintada en el cuerpo, como líneas en las
piernas y pintura en el cabello; en general, las figurillas masculinas
tienen el pelo de color blanco y las femeninas de rojo y se encuentran
siempre desnudas, la vestimenta, cuando la tenemos representada,
consiste de bragueros, en las masculinas y cintas en las femeninas, como
parte de la vestimenta se observa lo que podrían ser sandalias
esquematizadas y se señalan como pelotitas de barro sobre los pies.
Las
figurillas presentan multitud de ornamentos como collares, orejeras,
brazaletes y ajorcas. Los tocados son complicados, destacan las bandas
entrelazadas en las que se fijaban una serie de adornos alargados como
broches y lo que podríamos llamar diademas que tal vez representen a las
realizadas de textiles; se le daba mucha atención a los ornamentos y al
peinado, el peinado el más común fue el del pelo acomodado en mechones
por la mitad de la cabeza y con una especie de fleco sobre la frente.
Las
figuras huecas miden aproximadamente de 30 a 35 centímetros, todas son
representaciones femeninas, están de pie y tienen las piernas gruesas,
con vientres abultados que sugieren embarazo, con muy poco o casi nulo
énfasis en el pecho. Por lo general, las manos descansan sobre el
vientre y en contraposición a las anteriores, no tienen ornamentos
corporales, algunas muestran perforaciones en los lóbulos de las orejas.
Es
a través de las figurillas de barro que se puede observar las
costumbres de este pueblo, como la falta de vestimenta, la pintura
corporal y facial, el uso de turbantes o vendas frontales en la cabeza, y
para complementar el adorno el uso de ornamentos y peinados complicados
que fueron reproducidos por el artista con gran esmero.
Durante
esta época temprana, la mayoría de las figurillas representan mujeres,
lo que denotaría un culto a la maternidad y por ende a la fertilidad de
la tierra; los rasgos sexuales son bien definidos y muchas veces cargan
infantes o bien están embarazadas. Tal vez se trate de una cultura en la
que las mujeres representaban la esencia de la vida social, ya que
juegan un papel importante en las tareas agrícolas en la producción de
alimentos, en la crianza de los niños y en otras actividades comunales.
Ejemplo
de este culto a la maternidad en Chupícuaro son las figurillas
recostadas en cunas o camas, tal vez sean reproducciones de las reales
hechas de tule o mimbre; tienen dos agarraderas a veces con una ave
posada sobre el asa o formando una unidad que consta de una figurilla
junto a una cuna con otro individuo dentro. La actividad alfarera,
además de sus características variadas es un medio de comunicación, un
medio de contacto entre el artífice y el mundo exterior y puesto que
estas obras fueron depositadas en los entierros como ofrendas, nos
preguntamos si esa comunicación podría ser con los espíritus, con los
animales, con las almas de los muertos, con la naturaleza. Sea como
fuere, este arte es el mensaje que un individuo o un grupo dirige a
otros dentro de esta cultura temprana anterior a la era cristiana.
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