lunes, 15 de julio de 2024

El lugar de la espiritualidad indígena en tiempos de globalización

 

El lugar de la espiritualidad indígena en tiempos de globalización

12/06/2012


  1. Aproximación a la recta espiritualidad
7.     Anexo
 
Cada pueblo indígena durante miles de años genera un sistema de conocimientos. Dentro de ese sistema, su espina dorsal está conformada por una espiritualidad, ligada a una visión del mundo que responde a eso de ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?. Eso es  común a todos los pueblos del planeta. Pero en el mundo indígena estas mismas preguntas parecieran formularse de una manera distinta: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Quiénes somos los wayuu, los warao o los jivi?.
La respuesta de cada pueblo a cada una de estas preguntas resuelve el problema de los orígenes y desarrollo de cada pueblo. La sabiduría india responde en términos colectivos, pero también en términos cósmicos, de Alianza con la Madre Tierra. Es una vivencia cósmica, un vivir con el cosmos, con los elementos naturales y con todos los seres vivos. Es una vivencia íntima y al mismo tiempo compartida con todo el grupo: no tiene el mismo sentido estos mitos, leyendas, cantos, o danzas cuando son relatados por  el misionero, el antropólogo occidental o cualquier otro especialista, que cuando es relatado por quienes comparten esas vivencias desde su  misma cultura. Cuando se atraviesa la óptica de otra cultura para el relato o la interpretación  y sobre todo, cuando es llevado a otra lengua, pierde un poco su sentido como conocimiento directo y como parte de lo que se narra o relata. Se puede llegar a aproximaciones, siempre válidas en algún  sentido,  pero nunca es lo mismo.
            Veamos por ejemplo: Para el Occidente, cultura es lo que se opone a la naturaleza. En cambio para el mundo indígena, cultura es un modo de vivir, de pensar y de sentir, que no interrumpe las leyes de la naturaleza. Es una alianza con la naturaleza la que va a permitirle su modo de vida, sin hacerle cambios profundos en su interior, sin alterar en lo fundamental los ecosistemas. Por eso, cada cultura, calcula la ración de pesca, de cacería o de agricultura en un mismo lugar para no interrumpir su ciclo reproductivo. Y esta es la dirección correcta que toma siempre la sabiduría indígena: vivir sin atentar contra la continuidad de la vida.
Por eso sus modelos de conocimiento no introducen cambios profundos en el vientre de la Madre Naturaleza. Muchas de las prohibiciones en la cacería –por ejemplo- tienen que ver con una ética de la vida, para no agotar la especie y para contar siempre con alimentos disponibles. Entonces aquí, el exceso, sería la infracción. La sabiduría está así ligada a una espiritualidad, pero también a una ciencia y tecnología, arte y por supuesto, a un modelo de desarrollo sustentable en sus fundamentos. De esta forma, cada pueblo tiene un conocimiento común, empírico y conocimientos especializados en distintas áreas del quehacer colectivo, indesligables de todo su universo cultural.
 
 
Por vía oral, de generación en generación. Por ancianos y ancianas, según los casos que son los depositarios de un conocimiento público, abierto a la comunidad y a la vida ordinaria. Y un conocimiento especializado, sagrado, que se trasmite de acuerdo a una rigurosa selección humana según cada cultura y sin negar la igualdad de oportunidades. 
Cada pueblo tiene un sentido del nacimiento, de la enfermedad y de la salud, de la vida y de la muerte. Por vía del sabio, shamán o piache se manifiesta lo más trascendente de la cultura. Vale decir una filosofía de vida y ésta es plenamente vivida. Iniciarse en la sabiduría es un reto, un riesgo, pero también un honor, según cada cultura.
Los jóvenes iniciados (hombres o mujeres, según el caso) son la  garantía para darle continuidad al conocimiento, a la trasmisión de la cultura propia. Si en la juventud indígena no hay prioridad por la sabiduría, ésta se estancaría, sería expropiada por investigadores externos y la cultura se iría debilitando hasta desnaturalizarse y perder sus referencias específicamente étnicas. No olvidar que la sabiduría, la espiritualidad, no está desligada de la organización social, familiar y comunal, de su adaptación al medio y de sus formas de desplazamiento territorial; y así, está ligada a la estructura íntima del idioma materno, en cuyos fundamentos se organizan sus brújulas, sus símbolos, sus interpretaciones y su operatividad en la realidad cotidiana y en los momentos más extraordinarios en los que sale a flote la lengua sagrada.
Preservar la espiritualidad es una responsabilidad de la familia indígena, de la comunidad, de sus ancianos y de sus jóvenes. De la formación que tengan los jóvenes dependerá la capacidad de mantener en secreto lo que hay que mantener en secreto, como parte de la reserva de la cultura y hacer público lo que haya que hacer público para fortalecer internamente a la comunidad y para obtener el respeto de los pueblos diferentes.
 
 
            Hay varias fuentes de los jóvenes además de la familia, la comunidad y los ancianos especialistas. Muchos conocimientos interrumpidos en la memoria están hoy en manos de algunos especialistas o están en bibliotecas y en archivos.
Esos datos deben confrontarse con los ancianos para ver su legitimidad, sus deformaciones. Pero está también el empeño de los jóvenes en formarse y profundizar sobre su propia cultura, desde su propia óptica. Observar los cambios en la comunidad y contribuir a la actualización de la cultura de acuerdo al momento histórico, sin desnaturalizarla.
Éste es el nuevo reto planteado a la educación propia. Esto significa un esfuerzo de investigación-acción que no debe ser paralela a la educación propia y a la sabiduría específica de cada pueblo. Ninguna Universidad, ningún postgrado o doctorado llega a agotar el conocimiento de una cultura indígena, ni a superarla en forma global.
Para los préstamos culturales es necesario que cada quien esté bien afincado en su cultura, en un idioma, en su visión del mundo, en el calendario específico de su pueblo. Ésta es la base y la posibilidad real de un diálogo intercultural, de la interculturalidad del conocimiento, de poder trasmitir algo real y verdadero, algo sembrado en la cultura de origen. Lo otro no sería diálogo, sería sembrar en tierra ajena, sería aceptar la imposición de la cultura dominante y calcinarnos en el  fogón de la desmemoria  para quedarnos luego en el lamento de las cenizas. Sería seguirnos conformando con dejarnos arrebatar todo, la tierra, las riquezas del suelo y del sub-suelo, el conocimiento y la espiritualidad, lo que equivale a entregar familia y comunidad, la madre, las mujeres y los niños, hasta renunciar al futuro. Caer en el juego de la desindialización progresiva es condenarse a la mendicidad y a la exclusión social.
            Es una responsabilidad y una obligación con nuestros pueblos, mantener y seguir desarrollando esos reservorios de la sabiduría, el intercambio entre los propios pueblos indígenas para el enriquecimiento mutuo. No se puede permanecer sólo en la resistencia, activa o pasiva. Es necesario ocupar el puesto que corresponde en la Historia de Venezuela y América. Y distinguir entre aquellos investigadores que nos retribuyen con su militancia solidaria, de aquellos que van siempre sólo a investigar para saquear la sabiduría, mutilarla y empobrecerla al distorsionarla y usarla contra los propios pueblos que le brindan hospitalidad.
 
            Aparte de otros factores, es indispensable que los movimientos indios cumplan con su papel histórico, sobre todo en lo relativo al rescate de la formación en la educación propia, punto de partida de la educación intercultural bilingüe, priorizando la lengua y la cultura materna, la lengua y la espiritualidad sobre la lengua, cultura y espiritualidad dominante.
Resulta asombroso que se quiera asumir un papel protagónico y no se le dé ninguna importancia a la espiritualidad indígena como brújula  prioritaria, e imprescindible en la lucha por la liberación. Afortunadamente, hoy existe un cierto despertar en la juventud india y un acercamiento propiciatorio del diálogo con los ancianos y con todo el saber ancestral desde la perspectiva del presente y del futuro más inmediato.
            Vamos a decirlo en los términos en que pueda entenderlo la cultura dominante: Una cultura sin su espiritualidad es una osamenta sin alma. No olvidemos que la espiritualidad indígena está encarnada en la vida. No es una sombra pasmosa que oculta su realidad interna. La espiritualidad penetra todos los poros de la vida social y familiar, contribuye a estructurar y a explicar su orden interno y su relación con todo lo viviente.
La espiritualidad indígena, como operador atraviesa toda la cultura. De allí que quien sostenga que la espiritualidad no es  vital, y necesaria y de fortalecimiento prioritario, nada sabe de cómo funciona internamente un pueblo y una comunidad indígena. Así esta afirmación venga de extraños o de indígenas aculturados. Y esta espiritualidad indígena está referida, primero, a cada pueblo indígena del país; y en segundo lugar, a la espiritualidad indígena que ha sido oprimida en la cultura nacional de Venezuela y cuya figura histórica más relevante es el Cacique Guaicaipuro, encarnado también en la identidad indígena del pueblo criollo y muy particularmente del pueblo del más marginado y oprimido.
 
            En su primera fase, este Proyecto dura 27 años. (1974 - 2.001). Su segunda fase será del 2.001 al 2.004. A todo lo largo de su historia de lucha, este Proyecto encarnó las prioridades de los pueblos indígenas, llevándolas a todos los escenarios; sus derechos constitucionales, como derechos históricos, el convenio 169 de la OIT, el balance crítico alternativo del V Centenario. El proyecto de programa mínimo de los pueblos indios de América para 1.992-década del 90, cuya síntesis expuso la hermana Noelí Pocaterra en la Sesión Especial de la ONU para declarar a 1.993 como año Internacional de los Pueblos Indígenas: 10 de diciembre de 1.992. Y así, en el marco del pueblo criollo asumimos el debate por la identidad nacional, la defensa de los humanismos y humanidades frente a la ideología tecnocrática; la defensa del estudio de la geografía, historia e identidad regional y local. La defensa de los idiomas indígenas frente al castellano y del castellano frente a la hegemonía del inglés; la defensa del ambiente en cuatro marchas ecológicas por la vida, la reivindicación de la pluralidad cultural y étnica en los talleres con educadores criollos e indígenas;  la defensa del patrimonio histórico y cultural del Estado Miranda; planteamos la reorientación intercultural de los Ateneos y Casas de la Cultura; la revisión crítico-constructiva de la cultura nacional y la reorientación del Panteón Nacional entre muchas otras cosas.
            Cabe destacar también el papel del Proyecto Guaicaipuro al Panteón Nacional en las Mesas de Diálogo del Palacio de Miraflores, donde se presentaron varios papeles de trabajo, entre otros, Aproximación a las metodologías indígenas del diálogo y del consenso, presentado por la hermana Dalia Herminia Yanez. Siete papeles de trabajo fueron presentados desde la perspectiva indígena y proponiendo llevar la discusión al interior del país y a los pueblos y comunidades indias. Esto para no hablar  del largo trabajo de más de 25 años llevando los talleres de formación a los educadores indígenas y criollos, a los estudiantes y jóvenes indígenas y a otros sectores.
 
APROXIMACIÓN A LA RECTA ESPIRITUALIDAD
            La sabiduría indígena y su espiritualidad representan un conocimiento que no se queda en el plano intelectual. Es un conocimiento que va del corazón a la mente y de la mente al corazón. Implica un desarrollo emocional, mental y corporal. Recuerdo en estos momentos la confesión de un cacique indígena del Canadá, a quien su abuelo le había dicho:
QUE EL VIAJE MÁS LARGO DE SU EXISTENCIA
ES EL QUE VA DE LA MENTE AL CORAZÓN.
            ¿Cómo procesa, cómo siente el corazón todo aquel conocimiento que la mente recoge superficialmente y a veces, la más de las veces, sin digerir? Es que la mente-como apunta Krishnamurti- procesa el conocimiento con simples comparaciones de “esto me gusta - esto no me gusta”, “ esto es bueno – esto es malo”, “esto es alto – esto es bajo”, “esto es blanco – esto es negro”, “esto es exacto – esto es inexacto”, “esto es ciencia -  esto es magia”.
            Se trata de comprender con todo el ser, comprender viviendo, sintiendo, más allá del dato intelectual. No es el pasado muerto, es el pasado vivo, encarnado en presente, con sus cambios históricos, sociales y culturales; es la semilla que germina en cada temporada, de generación en generación, en cada retoño con todo su verdor bajo el azul celeste y el horizonte abierto al cosmos a la espera de su florecimiento. Es el renacimiento constante, de las plantas, de los animales, del río, de los hombres y de las mujeres, de la cultura en el lecho de la Madre Naturaleza, al pie del paisaje y del ambiente total.
            El conocimiento, entonces, no es una moda, que viene y pasa y luego se olvida. Alguien dirá, recordando a los griegos, que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Pero se olvidan que el agua pasa y el río sigue su curso. Pasan las aguas, pero el río permanece y de su permanencia depende la vida. En sus galerías selváticas están sus raíces  y sus galerías selváticas son parte del tejido de la vida, de ese tejido que a veces se expresa con puntos geométricos, color y movimiento en la artesanía, como lo aprendieron los wayuu de waleker. En ese tejido de araña, del mundo y de mundos donde se conectan los hilos de la vida.
            El conocimiento es de estrellas y galaxias, oculto para los ciegos del alma y manifiesto para quienes tienen el atrevimiento de abrir los ojos del espíritu. Para ver más allá de los sentidos, sentir más allá de los ruidos del día. Hasta sentir en carne propia lo que afecta al otro o a la otra, a la Madre Tierra y a todo lo viviente. Retomando en cada instante el sendero de la vida y el equilibrio de los elementos naturales: agua, aire, tierra, fuego y éter. De esta manera encontramos el sendero del conocimiento, el cual se reencuentra con el camino de la vida y donde la muerte es sólo transformación para volver a la vida. Es el encuentro de la eternidad en el tiempo. De un tiempo que tiene sentido distinto en cada cultura; con su espacio y tiempo de cambio y de persistencia.
            Cuando la espiritualidad indígena se pone al servicio del invasor, del enemigo de la cultura, de los enemigos de la naturaleza, allí aparece el camino torcido, enfrentado a la auténtica espiritualidad: esta es la magia “negra”, la que niega la vida en cualquiera de sus vertientes. Y peor ocurre, cuando la espiritualidad recorre un camino contrario a la unidad de su propio pueblo, trabajando directa o indirectamente para el colonialismo interno o externo. Lo que está al servicio de dividir –y de comprar la conciencia de mis hermanos y hermanas indias- ofreciendo dinero, motores fuera de borda, hachas y machetes, harina pan o blanca flor para mitigar el hambre, negando una participación con dignidad y respeto, en condiciones de justicia y de igualdad social.
            Por eso el conquistador -de ayer y de hoy- siempre ha tenido “indios mansos” o “guatiaos” de su lado, los eternos renegados de su propia causa, de su idioma y de su cultura. El conquistador siempre establece:
a)     Las condiciones que le permiten dividir y enfrentar al pueblo indígena que pretende someter y explotar. Y para esto necesita un sector de la dirigencia india que se presta a sus pretensiones, hasta convertirlo en verdugos de sus propios pueblos.
b)    Apunta con destruir todo lo que mantiene la unidad y continuidad de un pueblo indígena quebrantado, tergiversado o anulando su espiritualidad:
El idioma materno, que es la lengua propia en que se expresa la espiritualidad, es el código matriz, donde descansa su simbología y visión del mundo.
La religiosidad autóctona: su alianza con la naturaleza, base de su cosmovivencia y espiritualidad.
El calendario autóctono: Trastoca su temporada de cosecha, de pesca, de recolección, sus fiestas de gratificación, cambiando las fechas durante todo el año y propiciando la desorganización social y familiar, algo indesligable de la espiritualidad.
Si es sedentario, lo convierte en itinerante al robarle sus tierras; si es itinerante o semi-itinerante, lo vuelve sedentario a la fuerza mediante las reducciones, empobreciendo o cercando las galerías selváticas de los ríos.
 
Y por supuesto, busca estrangular sus formas de organización política, sus formas de gobierno, su estrategia de ocupación del territorio.
            De esta manera, podemos ver, que la espiritualidad es la brújula estratégica, la que ilumina el camino de la vida. Entonces, ¿es o no es prioritaria para un pueblo que quiere autogobernarse, ser libre, vivir en paz, en democracia y en alianza con la humanidad y con la Madre Tierra? La espiritualidad reside en ese Santuario vivo de la Madre Tierra por la paz del mundo y un nuevo orden planetario. En el cuerpo vivo de los Guaicaipuro como la Hostia Cósmica donde germina toda semilla hasta alcanzar sus frutos en cada florecimiento.
 
¿QUÉ PASA CON LA ESPIRITUALIDAD INDÍGENA EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN?
1-     Ocurre algo aparentemente contradictorio. Mientras se viene divulgando la idea de que los pueblos indígenas son parte del pasado y han sido superados globalmente por el actual momento histórico, se refuerza una corriente sumamente poderosa que trabaja en forma silenciosa y pone de manifiesto todo lo que ha sido el aporte del pasado y del presente de los pueblos indígenas, desde 1492 hasta hoy. Y como si esto fuera poco, esta corriente intercultural, inter-espiritual, inter-científica, inter-filosófica, inter-artística, señala una serie de aportes que los pueblos indígenas ya están legando al futuro.
2-     La espiritualidad de los pueblos indígenas no es clientelista, proselitista. No hay ningún interés de ningún pueblo indígena para que otros pueblos asuman su religiosidad. No son por tanto espiritualidades extensivas sino intensivas, de convivencia, que pertenecen a cada pueblo para afianzar su modo de vida y a su alianza con la Naturaleza.
3-     La interculturalidad y el diálogo inter-científico plantean hoy que la espiritualidad de los pueblos indígenas no es una especie de oscurantismo que se opone a la luz de la ciencia y de las civilizaciones diferentes. Por el contrario, cada día la misma ciencia occidental comprueba que la espiritualidad de los pueblos indígenas enriquece el diálogo de civilizaciones, el diálogo inter-filosófico, el diálogo inter-científico, el diálogo inter-artístico, el diálogo inter-lingüístico, generando un replanteamiento global de todos los fundamentos del conocimiento para una mayor comprensión de los problemas humanos como los relacionados con la paz con justicia, las formas de participación democráticas, la democracia cultural como base de la democracia política, económica y social, el equilibrio ambiental, el equilibrio político del universo y tantos otros.
4-     Reviste especial interés, reconocido por la UNESCO y otros organismos internacionales, el aporte de los pueblos indígenas a la interculturalidad del sistema educativo a nivel local y planetario.
5-     En la medida en que se afirma el proceso de globalización, se afianza el lugar de las localidades y regiones, las etnias-naciones y la pluralidad sociocultural, el pluralismo social jurídico, tomando en consideración que estos pueblos en cuanto portadores de sistemas políticos altamente descentralizados, enriquecen el derecho intercultural como base de un derecho internacional distinto, al igual que el derecho transgeneracional el derecho de las nuevas generaciones a perpetuar el equilibrio ambiental y el desarrollo local y regional sostenibles.
La globalización es un proyecto económico y político del neoliberalismo, de las minorías del norte del planeta. No  es todavía una realización en redondo. Es verdad que las comunicaciones se han intensificado a nivel planetario, pero las economías locales, regionales y nacionales siguen teniendo cierta fuerza, cierta resistencia a la aplanadora de la globalización. El primero que planteó un gobierno mundial único, en la década del 20 del siglo pasado fue Bertrand Russell y señaló que este gobierno debía actuar bajo la hegemonía de los Estados Unidos y de los ingleses como supuesta raza y cultura “superior”. Nosotros estamos hoy en el deber de reencontrarnos con toda la humanidad, con el respeto a sus idiomas, culturas, visiones del mundo y en esto juega un papel fundamental la familia indígena, la comunidad indígena y la espiritualidad de cada pueblo.
Hace algunos años, un ensayista venezolano, Mariano Picón Salas reconoció que la parte más difícil de reducir en nuestros pueblos de América Latina y el Caribe es la espiritualidad y todo aquello que no se puede someter a cálculo y medida (diríamos nosotros, en el sentido estrictamente occidental). Es lo que más marca nuestras diferencias con el Norte. En ese orden de ideas, las espiritualidades de los pueblos indígenas, afroamericanos, criollos y mestizos múltiples son irreductibles, son la parte más sensible que nos permite ver otros caminos, otros horizontes. El neoliberalismo globalizador y envolvente, representa una amenaza global para todos los pueblos del mundo, una negación de la espiritualidad de cada pueblo y el peligro de exclusión de sus mayorías.
 

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