miércoles, 10 de diciembre de 2014

Para que sirve una rana

Para que sirve una rana


Hace años encontre esto en la red, el lugar desaparecio, quien lo escribió Jean Dorst tambien se ha perdido en la memoria de la red, pero el texto sigue por aqui, solo deseo expresar que espero que sirva para que la gente vea que todo sirve aun cuando se le desprecia....y agradecer a esta persona que lo escribio hace tiempo...

PARA QUE SIRVE UNA RANA
Aunque es una forma extraña de comenzar un ensayo acerca de las especies en peligro de extinción, esta simple pregunta refleja la mentalidad de la mayoría de las personas a las que se les invita a apoyar la conservación de algún animal (en este caso alguna especie de rana), y nos permite comprender la enorme dificultad que implica promover la conservación de las especies.

A esta pregunta podemos responder con argumentos que expliquen la importancia ecológica de las ranas: por ejemplo, como parte de las cadenas de alimentación que existen en los ecosistemas que habitan; pero al finalizar nuestra explicación, seguramente la cara de la persona que formuló la pregunta tendrá una expresión de confusión, mezclada con fastidio y aburrimiento. Podemos entonces proceder a explicarle el potencial que tienen las ranas como personajes de caricaturas y series de televisión como Los Muppets, en este momento seguramente su expresión cambiará y empezará a comprender que las ranas quizá sí sirvan para algo. Para terminar de convencerla, restará tan sólo hablarle del gran potencial económico que tiene la explotación comercial de las ancas de las ranas (muy cotizadas como manjar) o las ranas mismas, como motivo en diversos artículos comerciales (playeras estampadas con ranas, macetas y artesanías en forma de rana, etcétera).

De esta forma podemos comprobar que desde la óptica de la mayoría de las personas, los animales y demás especies vivientes, tienen un valor sólo en la medida en que tienen una utilidad directa que, de preferencia, brinde beneficios económicos inmediatos. Esto nos ha llevado a clasificar a las especies en aquellas "buenas" o que "sirven" y las que, de acuerdo a nuestros intereses, no tienen utilidad alguna o incluso son "malas" (estas últimas generalmente son las potencialmente peligrosas para el humano o de aspecto desagradable para nosotros)

Pero, ¿por qué las valoramos de esta forma? La explicación es compleja y tiene que ver con múltiples factores históricos y culturales que han determinado nuestra forma de pensar, pero sin duda dos han influido más a moldear nuestra actitud y mentalidad en relación con los animales y la naturaleza en general.

Hace aproximadamente ocho o diez mil años, durante el neolítico, el ser humano se transformó en una especie sedentaria, al descubrir que podía cultivar las plantas de que normalmente se alimentaba y criar también algunos de los animales que utilizaba. En ese momento, su relación con la naturaleza empezó a cambiar, pues apareció el concepto de propiedad: las plantas y animales que lo rodeaban, que antes no tenían más dueño que el recolector que las aprovechaba o el cazador que cobraba alguna pieza para alimentarse o vestirse, pronto comenzaron a ser parte de su propiedad. Lo mismo sucedió con los ecosistemas que le rodeaban, que a medida que los fue colonizando, también pasaron a formar parte de su propiedad. A partir de este momento, se empezó a asignar un valor a las especies y a los elementos naturales, pero tan sólo en términos utilitarios.

Con el surgimiento de la agricultura, comienza la primera gran revolución de la humanidad y quizá la más trascendente. Se produce, entonces, una verdadera explosión demográfica que favorece la rápida colonización de nuevos territorios y el inicio de las primeras civilizaciones. Pero también aparece el concepto de riqueza y se establece el principio de la desigualdad, no sólo entre los mismos seres humanos, sino con los demás seres que le rodean. La riqueza material propició el surgimiento del comercio y la economía moderna, que paulatinamente han reforzado nuestra concepción utilitaria.

Desde que la especie humana se transformó en una especie racional, se ha cuestionado su origen y la razón de su existencia. Esto la ha llevado a formular teorías y a desarrollar diversas creencias, muchas de las cuales consideran al humano como una especie superior y en torno a la cual se explica la existencia de todo lo demás (antropocentrismo). Con base en estas creencias, muchas culturas han desarrollado una actitud que considera a la naturaleza como un conjunto de bienes que están a nuestra disposición y cuya existencia sólo se explica en la medida en que sirve a nuestros intereses y necesidades. Por consiguiente, consideramos que es nuestro derecho someter a la naturaleza, y que utilizarla en cualquier forma está justificado, siempre que lo hagamos por satisfacer alguna necesidad (o ambición) humana.

Desde luego que la concepción de la naturaleza y las creencias de los diferentes grupos humanos del planeta no son las mismas, de hecho existen muchos de ellos que subsisten en armonía con su entorno y que muestran una actitud de respeto hacia todas las formas de seres vivos que les rodean. Sin embargo, el avance tecnológico alcanzado por la humanidad ha favorecido la comunicación y el intercambio cultural, lo que ha provocado que muchas de estas culturas estén perdiendo sus antiguos valores y, paulatinamente, estén adoptando los de la cultura occidental, que percibe a la naturaleza en la forma anteriormente descrita. De este modo, empezamos a clasificar a las especies vivientes y a los ecosistemas como recursos naturales, es decir, bienes susceptibles de uso y que, hasta hace muy poco tiempo, nos parecían ilimitados.

El resultado ha sido que, con base en nuestra concepción de la naturaleza, en nuestras necesidades, nuestros gustos, ambiciones y creencias, hemos adoptado un estilo de vida que, directa o indirectamente, ha estado provocando, cada vez con mayor rapidez, la desaparición de miles de especies de plantas y animales.

La humanidad tiene suficientes
razones objetivas para comprender
y dedicarse a salvaguardar a la naturaleza.
Pero la naturaleza no será en definitiva
salvada sino con nuestro espíritu.

Jean Dorst

Quiauhcoatl Tlacatecolotl
Calpulli Tlachcocan in Tlazohtla
/re-edicion

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